¿Por qué, en medio de un mundo caótico, nos refugiamos en los colores neón, las canciones de Yuri y los dramones ochenteros? La nostalgia por los 80’s no es solo un capricho: es un fenómeno que nos abraza y nos interroga. A través de Mentiras, la obra musical convertida en serie que arrasa en México, exploramos por qué esta década sigue siendo nuestro lugar seguro… y también un espejo incómodo.
Volver a empezar: los 80 como refugio emocional
En un presente acelerado, incierto y fragmentado, la nostalgia es como un abrazo que siempre está ahí. Y si hay una década que se ha convertido en nuestro refugio colectivo, esa es la de los 80’s. Lo vemos en Stranger Things, en el regreso triunfal de Luis Miguel con su bioserie, en los mom jeans que inundan las calles y, sobre todo, en Mentiras, una de las series más vistas en México. Sus canciones han disparado las búsquedas de Yuri y Lupita D’Alessio en Spotify, y sus referencias ochenteras inundan las redes.
En Mentiras, las voces de Yuri, Lupita D’Alessio y Amanda Miguel entre otros, se convierten en el soundtrack de un duelo emocional que resuena en todas las generaciones. Pero este fenómeno no es solo pop: es un síntoma. ¿Por qué volvemos a esas mujeres despechadas, al melodrama en Sonido Stereo y a los colores neón? ¿Es solo entretenimiento o una forma de sobrevivir al presente?

Rebobinar el futuro: la nostalgia como producto cultural
Las plataformas de streaming no solo venden historias, venden sensaciones. Lo que antes era “pasado” hoy es estética. El dolor se transforma en memes, en ropa vintage o en un reel de TikTok con filtros de VHS. La nostalgia se ha convertido en una estrategia narrativa y comercial: tomas lo que duele, lo cubres con una capa de colores pastel, le pones un filtro irónico y listo, tienes un éxito. No es solo cosa de México: desde el synthwave de Drive hasta el regreso de Top Gun: Maverick, los 80 son un lenguaje global para procesar el caos.
Curiosamente, incluso la Gen Z, que no vivió los 80, se apropian de esta estética. En TikTok, los filtros retro y las canciones de synthwave se mezclan con sus historias, como si quisieran recuperar una intensidad emocional que el algoritmo de hoy no les da. Los 80’s se han convertido en un archivo emocional que se reactiva en tiempos de crisis. No es casualidad: cuando el presente abruma y el futuro asusta, el pasado parece más acogedor. Aunque no lo hayamos vivido, lo deseamos, lo hacemos nuestro.
Mentiras como espejo emocional
En México, Mentiras tiene un poder especial. No solo por su éxito en teatro y ahora en pantalla, sino porque conecta con un repertorio emocional muy nuestro: el drama, la traición, el amor romántico llevado al extremo. En una época donde todo debe ser funcional, cool y políticamente correcto, el exceso de Mentiras se siente casi subversivo. No busca realismo, ofrece catarsis.
La serie nos da permiso para sentir sin filtros. En sus canciones y su estética, el llanto exagerado, a veces kitsch, a veces ridículo, se convierte en un ritual compartido. Es un espacio donde ser intensa no está mal visto, donde el desamor no es un cliché, sino una experiencia universal que nos une.

Los peligros de un pasado dorado (que nunca existió)
Pero debemos tener cuidado: no todo lo que brilla es neón. La fiebre ochentera tiene un lado oscuro. Idealizar los 80’s puede hacernos olvidar que fue una década desigual, violenta y normativa. Mientras nos enamoramos de la música y la moda, corremos el riesgo de borrar las realidades incómodas: mujeres atrapadas en mandatos emocionales asfixiantes, cuerpos disidentes invisibilizados, el VIH silenciado, el racismo y el clasismo estructurales, la censura.
Sin embargo, revisitar los ochentas con ojos críticos también puede inspirarnos a rescatar lo que sí funcionaba: la autenticidad emocional, la creatividad desenfadada y la conexión humana sin pantallas. Como dice Svetlana Boym en The Future of Nostalgia (2001), hay dos tipos de nostalgia: la restaurativa, que idealiza el pasado como una verdad absoluta, y la reflexiva, que lo mira con ojos críticos, sabiendo que el deseo no siempre es memoria. La pregunta no es solo por qué volvemos a los 80, sino cómo lo hacemos. ¿Lo recordamos para repetirlo o para entendernos mejor?
«La nostalgia no es por el pasado en sí, sino por la familiaridad emocional que lo acompañaba. No es tanto por el regreso a casa como por el deseo de regresar a un tiempo en que se sentía que el hogar era posible.«
— Svetlana Boym
¿Y si la nostalgia fuera el comienzo de algo nuevo?
Mirar atrás puede ser peligroso, pero también puede ser un punto de partida. Si usamos la nostalgia no para escapar, sino para imaginar, puede convertirse en una herramienta poderosa. No se trata de quedarnos atrapados en los 80’s, sino de preguntarnos: ¿qué nos falta de esa época? ¿La intensidad? ¿El drama compartido? ¿La libertad de llorar a gritos sin ironía?
Quizá lo que anhelamos no es el pasado, sino una versión de nosotras mismas que no temía ser cursi, vulnerable o ruidosa. Una que encontraba sentido en las canciones de Lupita D’Alessio porque nombraban lo que hoy se nos pide callar. Entonces, tal vez no se trata de dejar de mirar atrás, sino de aprender a mirar con ojos nuevos. Que Mentiras no sea solo un remake, sino una forma de preguntarnos quiénes somos cuando nadie nos ve.
¿Cuál es esa canción o película ochentera que te hace sentir en casa? Comparte en los comentarios y armemos una playlist colectiva para seguir sintiendo sin filtros.
La banda sonora del margen.
@lapaodawan / Paola Sanabria

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