Ninel Conde y el peso de los prejuicios sobre la estética y la belleza femenina

El problema no es que una mujer sea guapa. El problema es que, si lo es, le cuesta más demostrar que también puede ser muchas otras cosas.

Ninel Conde ha sido blanco fácil para memes, titulares sensacionalistas y comentarios clasistas.

Por siglos, la apariencia física de las mujeres ha sido motivo de fascinación, control, castigo y juicio. En pleno 2025, aún seguimos asociando ciertos rasgos estéticos femeninos con superficialidad, vanidad o falta de inteligencia. La figura de Ninel Conde —actriz, cantante y empresaria mexicana— sirve como ejemplo contemporáneo de esta dinámica: una mujer con atributos estéticos hegemónicos que ha sido objeto constante de burlas, hipersexualización y descalificación intelectual.

Este fenómeno no es nuevo. Como advierte Susan Sontag en su ensayo The Double Standard of Aging, a las mujeres se les exige mantenerse jóvenes y bellas, pero son penalizadas si lo logran “demasiado bien”. En otras palabras: la belleza femenina es vista como una amenaza, una mentira o una distracción. Naomi Wolf, en El mito de la belleza, describe este mecanismo como una herramienta de poder: un sistema que hace que las mujeres internalicen que su valor depende de su apariencia, pero también las castiga si son «demasiado» bellas.

El prejuicio estético: una forma de misoginia

Ninel Conde ha sido blanco fácil para memes, titulares sensacionalistas y comentarios clasistas. Su aspecto físico, perfeccionado según estándares del entretenimiento, ha sido usado para desacreditar su inteligencia, su trayectoria artística y su agencia. Esta lógica no es distinta de la que ha operado contra figuras históricas como Marilyn Monroe o incluso autoras como Simone de Beauvoir, quien escribía en El segundo sexo sobre cómo la mujer es moldeada desde pequeña para agradar y ser mirada.

Desde el ámbito filosófico, también se ha debatido el lugar que ocupa la estética en la percepción del sujeto. La filósofa española Ana de Miguel habla del “valor ornamental” al que se reduce a muchas mujeres en sociedades patriarcales. Cuando una mujer sobresale por su imagen —ya sea en redes sociales, televisión o pasarelas— suele ser juzgada primero desde la forma, no desde el fondo. Esto implica una deshumanización: se le mira como cuerpo antes que como persona.

Belleza no es sinónimo de vacío

La historia del arte y de la cultura ha encasillado a las mujeres bellas como musas, jamás como creadoras. En el caso de figuras mediáticas como Ninel Conde, la condena parece estar dada por default: si es guapa, debe ser frívola; si es sexy, no puede ser lista. Pero esta lógica es profundamente reduccionista y patriarcal. No se aplica a los hombres atractivos en los medios, ni permite que las mujeres ejerzan su derecho a moldear su imagen pública como lo deseen.

La filósofa y escritora Roxane Gay propone que es posible ser “una mujer complicada”, que conviva con sus contradicciones, sus ambiciones estéticas, su inteligencia y su deseo de ser vista. Lo mismo aplica para Ninel Conde: una mujer que ha sabido explotar su imagen, construir una carrera rentable, manejar su marca personal y resistir las críticas por décadas, todo mientras sigue siendo objeto de burla.

Repensar lo que vemos

Quizás sea momento de dejar de usar la belleza femenina como excusa para no escuchar. Lo que le sucede a Ninel Conde no es un caso aislado, sino parte de una estructura que reduce a las mujeres a un estereotipo plano. El juicio rápido —desde el físico, desde el prejuicio— nos impide ver a las personas completas, y más aún, entender el sistema que decide a quién se le permite ser tomado en serio y a quién no.

El problema no es que una mujer sea guapa. El problema es que, si lo es, le cuesta más demostrar que también puede ser muchas otras cosas.

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