De África al Caribe y del Caribe a Bad Bunny: una lectura afrodiaspórica del pop global

Análisis de Bad Bunny desde el ritmo africano: dembow, plena y memoria afrodiaspórica en el pop global y su disco Debí tirar más fotos.

La música popular del Caribe no nació en un estudio de grabación ni en una plataforma digital: nació en un barco. En el cruce forzado del Atlántico, proceso que Paul Gilroy conceptualiza como The Black Atlantic, viajaron lenguas, cuerpos, cantos, ritmos y cosmologías que sobrevivieron a la violencia colonial y se transformaron en nuevas identidades culturales. Puerto Rico, Jamaica, Cuba y República Dominicana se convirtieron en nodos fundamentales de esta red sonora.

Siglos después, ese mismo archivo rítmico reaparece, resignificado, en la obra de Bad Bunny. Este texto propone una lectura histórica que desemboca en Benito Martínez Ocasio no como excepción, sino como consecuencia: del tambor africano a la bomba, de la bomba al dembow, del dembow al pop global. Bad Bunny no inventa estos ritmos; los hereda, los remezcla y los vuelve visibles en el centro de la industria cultural contemporánea.

1. Ritmos africanos y estructuras que Bad Bunny todavía usa

John Miller Chernoff sostiene que la música africana se organiza a partir de la polirritmia, no como complejidad técnica, sino como forma de diálogo comunitario (African Rhythm and African Sensibility, 1979). Simha Arom amplía esta idea al hablar de coherencias polimétricas: patrones distintos que conviven sin jerarquía fija. Estos principios siguen operando, aunque electrónicamente simplificados, en la música de Bad Bunny.

a) Polirritmia como diálogo La superposición de acentos rítmicos que en África se producía entre tambores hoy aparece condensada en beats de reggaetón y dembow. En canciones como Safaera o Tití Me Preguntó, Bad Bunny acumula capas rítmicas, cambios abruptos y estructuras fragmentadas que responden más a una lógica corporal que armónica. No es caos: es herencia polirrítmica adaptada al consumo contemporáneo.

b) Canto responsorial La llamada y respuesta, base de la música africana, atraviesa la bomba, el soneo salsero y llega intacta al reggaetón. En Yo Perreo Sola, Neverita o Me Porto Bonito, Benito usa coros repetitivos que funcionan como respuesta colectiva. No están pensados para el virtuosismo vocal, sino para activar a la multitud: exactamente el mismo principio que gobierna el canto ceremonial africano.

c) Centralidad del cuerpo Como explica Arom (1991), el ritmo africano produce movimiento. Bad Bunny entiende esto con claridad: su música se diseña desde el cuerpo antes que desde la escucha contemplativa. El perreo es una actualización directa de esta lógica: el cuerpo organiza el ritmo, no al revés.

2. Bomba y plena: el archivo afroboricua que Bad Bunny reinterpreta

La bomba puertorriqueña, surgida entre los siglos XVII y XVIII, es uno de los sistemas musicales más radicales de la diáspora africana. Katherine Hagedorn la define como “una negociación constante entre cuerpo, tambor y comunidad”. Ese gesto con el cuerpo mandando reaparece en Bad Bunny, aunque desplazado al lenguaje urbano.

Bomba: El bailador marca y el tambor responde; es improvisación rítmica en tiempo real. En tracks como El Apagón, las capas percusivas no son decorativas; están construidas para acompañar un discurso corporal y político. La música no ilustra el mensaje: lo encarna.

Plena: La plena, conocida como el “periódico cantado del pueblo”, narra lo cotidiano desde lo colectivo. Esta función reaparece claramente en canciones como El Apagón, Andrea o P FKN R. Bad Bunny actúa como cronista contemporáneo, del mismo modo que lo hizo Ismael Rivera, figura clave en la transición de la música tradicional a la modernidad urbana.

3. Salsa, Nueva York y el precedente directo de Benito

Peter Manuel explica que la salsa es una música de migración: nace del choque entre tradiciones afrocaribeñas y la ciudad moderna. Exactamente el mismo contexto simbólico que hoy ocupa Bad Bunny. Figuras como Héctor Lavoe, Willie Colón, Ray Barretto o Rubén Blades construyeron una música que hablaba desde la marginalidad hacia el centro. Bad Bunny hereda ese gesto.

Una comparación clave es con Héctor Lavoe, que cantaba desde el barrio al mundo, y Bad Bunny, que canta desde el Caribe al algoritmo global. Ambos usan canto responsorial, humor y tragedia, lenguaje popular y una relación directa con la comunidad que los escucha. La diferencia es tecnológica, no estructural.

4. Dembow: el esqueleto rítmico del Bad Bunny moderno

El patrón dembow, popularizado por Shabba Ranks en 1990, es una síntesis electrónica de principios africanos: repetición, síncopa, trance. BOOM – ch – BOOM – chick. Bad Bunny lo adopta, lo desacelera o lo deforma según el contexto emocional del disco. Como ejemplos:

  • YHLQMDLG: dembow frontal, celebratorio, casi ritual.
  • Un Verano Sin Ti: dembow diluido, mezclado con afrobeat, bomba y guaracha.
  • Nadie Sabe Lo Que Va a Pasar Mañana: dembow fragmentado, oscuro, minimalista.

5. “DeBÍ TiRAR MáS FOToS”: archivo, escena y melancolía en el cuerpo colectivo

DeBÍ TiRAR MáS FOToS ocupa un lugar estratégico en la discografía de Benito. Funciona como pausa, respiración y espejo colectivo en medio de un mundo caótico, lleno de inmediatez y recuerdos efímeros.

Musicalmente, el disco usa un beat derivado del dembow, ralentizado y despojado de su carácter original. Este cambio transforma un patrón históricamente ligado al movimiento intenso en un soporte contemplativo. La repetición vocal insistente opera como mantra. No se busca progresión ni clímax; la finalidad es fijar una idea en el cuerpo. En las tradiciones africanas, repetir es recordar; aquí, repetir es no dejar que el momento se disuelva.

Esta lógica se potencia en el show en vivo. Durante el DeBÍ TiRAR MáS FOToS World Tour, la puesta en escena es contenida: luces bajas, tempo sostenido. La escenografía la forman los músicos y sus instrumentos, junto con fragmentos de recuerdos personales que crean atmósferas casi suspendidas. El venue, normalmente un espacio de excesos, se convierte por unos minutos en un lugar de intimidad compartida. La multitud no salta: escucha. Y en ese gesto colectivo aparece una dimensión profundamente ancestral: el ritmo deja de ser espectáculo y vuelve a ser ritual.

Cuando Benito repite frases como “mientras uno esté vivo, uno debe amar lo más que pueda”, el concierto se desplaza del performance hacia la confesión pública. La letra no se grita como consigna; se murmura, se asiente, se interioriza. La frase funciona como premisa vital, pero en un contexto de precariedad, aceleración y sobreexposición digital, amar y recordar se vuelve un acto consciente, casi político.

Desde esta perspectiva, el disco DeBÍ TiRAR MáS FOToS debe leerse como una plena contemporánea. Recordemos que la plena registraba el presente para que no se perdiera. Aquí, Bad Bunny registra la conciencia tardía de no haberlo hecho. No canta un acontecimiento específico; canta la sensación de pérdida que acompaña a una vida documentada pero no siempre vivida. La nostalgia que atraviesa BAILE INoLVIDABLE o DtMF no es pasiva: es reflexiva. No idealiza el pasado, lo interroga.

Mientras el show celebra la expansión global del sonido caribeño, viajando otra vez por el mundo y amplificado con canciones como CAFé CON RON o PIToRRO DE COCO, recuerda que toda migración implica fragmentación. Así como los ritmos africanos se transformaron al cruzar el Atlántico, la experiencia contemporánea se transforma al pasar por pantallas, archivos y memorias digitales. El archivo sigue vivo, pero nunca intacto.

Un track importante, aunque no se incluyó en el setlist para los conciertos fuera de Puerto Rico, es LO QUE LE PASÓ A HAWAii. Construida sobre una estructura que remite a la plena tanto en ritmo como en función narrativa, la canción opera como crónica crítica del despojo contemporáneo. A través de una letra directa y contenida, Benito articula una reflexión sobre gentrificación, colonialismo y migración, trazando paralelismos entre territorios insulares marcados por el turismo extractivo, la pérdida de soberanía y el desplazamiento de sus comunidades originarias. Aquí, la música no busca metáfora: busca registro. Como en la plena tradicional, el ritmo sostiene la denuncia y la fija en la memoria colectiva. El cierre es contundente: el archivo afrodiaspórico no solo recuerda, también advierte.

6. Bad Bunny y el futuro del archivo afrocaribeño

Tras explorar cómo Bad Bunny reinterpreta y actualiza el archivo afrodiaspórico en su obra y en vivo, cabe preguntarse: ¿qué significa su posición para el futuro de esta tradición sonora?

Hoy, el afrobeats, el amapiano y el dembow dominicano dominan la música global porque comparten una raíz común: el ritmo como experiencia colectiva. Bad Bunny no se coloca fuera de ese linaje, sino dentro. Su éxito no es una anomalía: es la confirmación de que las estructuras afrodiaspóricas siguen siendo las más potentes para producir sentido, cuerpo y comunidad.

En definitiva, desde los tambores akan hasta la salsa neoyorquina, desde la bomba hasta el dembow, desde Ismael Rivera hasta Bad Bunny, la historia del ritmo es una historia de supervivencia sonora. Benito no es el final del trayecto, sino una estación más en ese viaje. África no solo llegó al Caribe: sigue sonando, con otros nombres, otros beats y otras pantallas, en cada canción que bailamos.

Ciudad de México
11 de diciembre 2025
@lapaopowers